lunes, 13 de septiembre de 2010

"He tenido más tiempo que ustedes para pensar en la física"

En estos días, el físico Stephen Hawking vuelve a ser noticia apareciendo en todas las portadas con el anuncio de su nuevo libro, "The Grand Design". Aprovechando que es una de las imágenes más conocidas de la ciencia y uno de los mejores divulgadores, en Cuaderno de Ciencias le homenajeamos repasando las anécdotas más curiosas de su apasionante vida.

Stephen William Hawking nació en Oxford un 8 de enero de 1942, o como le gusta recordar a él, 300 años exactos después de la muerte de Galileo Galilei. Y nació en Oxford por una curiosa razón. En aquel frio invierno del 42, en mitad de la Segunda Guerra Mundial, sus padres decidieron trasladarse desde Londres porque existía una especie de acuerdo tácito entre Inglaterra y la Alemania nazi para no bombardear las ciudades universitarias.

Los alemanes no bombardeaban Cambridge y Oxford, y los ingleses por su parte respetaban Heidelberg y Gotinga. Así que, huyendo de las bombas que caían sobre Londres, sus padres se trasladaron al refugio de aquella segura ciudad universitaria.

Sin embargo, Hawking no fue lo que se dice un niño prodigio, como otros genios físicos. Al contrario, parecía que aquel joven delgaducho no llegaría muy lejos, e incluso en el colegio sus amigos se apostaron una bolsa de caramelos a que el pequeño Hawking nunca sería nada en la vida. Con el paso del tiempo, y haciendo gala del humor inconfundible que le caracteriza, Hawking reclamó su premio a sus amigos del colegio al convertirse en un físico de fama mundial.

Y esa es una de las características que me gustan remarcar de Stephen Hawking: su humor. A pesar de lo difícil de su situación y de su enfermedad, el físico siempre que puede hace gala de su sentido del humor, prestándose a casi cualquier guiño en multitud de ocasiones. Todos recordamos sus apariciones en series como los Simpson o la memorable partida de poker con Einstein y Newton en la serie Star Trek.

Hemos de decir que de joven, Hawking tan sólo era un estudiante correcto, no sobresalía demasiado. Sin embargo y para sorpresa de sus padres que no confiaban mucho en sus posibilidades, Hawking consiguió las notas suficientes para acceder a la Universidad de Oxford, donde sus resultados comenzaron a mejorar año tras año.

Al terminar la carrera en Oxford, Stephen quiso continuar su formación en Cambridge, sin embargo los exámenes de acceso no se le dieron del todo bien y su nota estaba en el límite entre el notable y sobresaliente. Con su particular arrojo, se presentó ante los examinadores y esbozando la mejor de sus irónicas sonrisas, les dijo: "Si me dan un sobresaliente podré marcharme a Cambridge como deseo. Si por el contrario me dan un notable, me quedaré en Oxford con ustedes algunos años más..."

Los examinadores le otorgaron aquel sobresaliente y Hawking pudo ir a Cambridge.
Una vez allí sus problemas de salud empeoraron y apareció con más fuerza la enfermedad que hoy lo tiene postrado en una silla de ruedas: La ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Una enfermedad cruel que mantiene todas las facultades mentales intactas mientras que los músculos se atrofian y dejan de responder.
No obstante, y a pesar de su estado, Hawking siempre ha mantenido una actitud positiva e incluso en alguna ocasión afirmaba que gracias a estar paralizado ha podido ser un mejor físico, ya que mientras el resto de sus colegas tienen que dedicarse a un montón de tareas como limpiar la casa, sacar la basura, etc... Él, como no puede moverse, ha tenido mucho más tiempo para pensar en la física que ellos.

Hasta el año pasado que se jubiló, Hawking ostentaba la legendaria Catedra Lucasiana que en su tiempo ocuparan grandes mentes como Isaac Newton o Paul Dirac.

Hoy, recordamos al gran profesor y físico en su faceta más divulgadora y por supuesto, recomendamos su próximo libro que, al igual que los anteriores, a buen seguro nos sorprenderá.

(visto en Cuaderno de Ciencias)